Había días que le eran más inciertos que otros, en ésos le daba por llorar, pero las lágrimas no le salían más que disfrazadas de sonrisas, y apretaba los dientes y sangraba por dentro.
Quería dormir, pero la vigilia la mantenía con los ojos abiertos, grandes, ansiosos.
No era sólo por su indiferencia, era algo más que no alcanzaba a descifrar; un escozor en el alma, una carencia en la piel, un sinsabor en la boca, y un adiós anunciándose en sus labios.
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