Y yo te amo. Con tus virtudes y con tus desaciertos, con esa obstinación que
hace que midas todo según tu vara y que
te aleja de quienes te quieren. Con ese malhumor de las mañanas que opaca el
desayuno y con tus manías respecto de las cosas materiales.
Yo te amo a pesar de tu insistencia en dirigir vidas y diagramar viajes
soñados pero imposibles. Te amo en tus tormentas y en tus naufragios, ésos que
parece no te llegarán nunca pero que aunque quieras evitarlos, te someten.
Te amo aunque te esfuerces en mostrarte odioso porque sé que en el fondo necesitás
cobijo. Te amo por la perseverancia con que perseguís tus deseos y por la
frontalidad de tu mirada.
Te amo aún en esos días en que me enojo con vos, con o sin motivos,
aunque te trate con frialdad o me niegue al teléfono.
Te amo con tu soberbia que te lleva a errores porque no podés reconocer que te equivocás
como cualquier mortal. Te amo con tu sonrisa de hoyitos o con tu mirada
profunda, con tu pelo despeinado y tu perfil imponente.
Te amo con tu ansiedad y tu impaciencia, que comparto porque en eso somos
iguales. Ya no encuentro al niño de mis recuerdos, el hombre lo ha reemplazado,
cubriéndolo todo.
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