Un día en el bosque
Serenidad de pinos, liberé mi alma. Una paloma
me la arrebató en su vuelo y la dejó suspendida entre los haces de luz que
surcaban el bosque. Desde la altura pude ver, con ojos de distancia, la
simpleza de las cosas bellas.
Olí el aroma de la tierra húmeda que se
mezclaba con el olor a eucaliptos y pinos, escuché el trinar de pájaros y
evoqué a mis amigas, bulliciosas y libres como ellos, saboreé el placer de la
libertad y me pregunté dónde estaba yo mientras la vida me vivía, en qué rincón
me había ocultado de la alegría.
Y así, suspendida ahora entre las alas de una
gaviota que me arrastró hasta la orilla, pude ver el mar en su magnitud, en su
dulce soberbia cotidiana, olvidado tal vez por la costumbre de tenerlo a
diario.
La tormenta estaba lejos, en el horizonte, bella
en su poderío y su magnitud, y aunque amenazaba con alcanzarme, no tuve miedo.
La lluvia que se avecinaba traería también la vida y el alivio.
Siempre con mi alma liberada y mi mente, no en
blanco sino plena de colores, caminé por la arena mojada, enterré mis pies y mi
pasado, y me dispuse a ser feliz.
AQUI ES DONDE ESCRIBI ESTE RELATO, EN MAR DE LAS PAMPAS TIEMPO ATRAS
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