Todos
necesitamos un cómplice que nos tome la mano y nos detenga el tiempo,
Que aleje
el naufragio que inunda los ojos y empaña el alma
Que cure
heridas con sólo palabras, o silencios.
Todos
necesitamos un cómplice que nos preste su pecho para esconder el rostro,
Para
desagotar las culpas y abortar las vergüenzas
Para
desistir de venganzas y de errar el camino.
Todos
necesitamos, en definitiva, otro corazón donde alojar el nuestro.
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