miércoles, 17 de febrero de 2010

MI PROXIMA NOVELA

Avances de “La otra cara de la venganza”.

El trayecto a tribunales lo hizo caminando, le gustaba disfrutar de la soledad de las calles a esa hora de la mañana, cuando los primeros rayos del sol otoñal iluminaban las veredas dormidas y las hojas de los árboles se teñían de ocre.
A medida que se iba acercando a la zona del palacio de justicia su mente se iba despoblando de la melancolía provocada por el paisaje y se iba transformando en la de la leona en que se convertía cuando tenía que enfrentarse a su contraparte. Más de una vez sus colegas la habían subestimado, debido a su juventud y su especto angelical. Sin embargo, cuando litigaba, Alma se transformaba.
Se cruzó con algunos abogados y empleados de estudio, algunos la saludaron, otros la ignoraron. Ingresó al edificio y se colocó en la cola del ascensor, que llegaba casi hasta la puerta. Repasó mentalmente las preguntas que le haría a su contrario, pese a que tenía tiempo dado que la audiencia estaba fijada para las diez y recién eran las siete treinta. De todas maneras, su estrategia ya estaba delineada y Alma repetía mentalmente las posibles respuestas que tendría que enfrentar.
Tomó el ascensor junto con otras siete personas, que se amontonaron una casi encima de la otra. La mezcla de perfumes la hizo arrugar la nariz y se concentró en los números que iban apareciendo en el visor de la cabina. Al llegar al quinto piso descendió y se encaminó hacia la mesa de entradas de uno de los juzgados civiles. La mayoría de los abogados tenían empleados que hacían por ellos la procuración de los expedientes, pero Alma prefería ver con sus propios ojos las actuaciones. Había intentado una vez con una secretaria y no había resultado. Ella era muy celosa de su trabajo y nunca quedaba conforme. De manera que no le importaba tener que esperar en las mesas de entrada hasta ser atendida.
Sacó de su maletín el listado de los expedientes a revisar, más por costumbre que por necesidad, dado que conocía al dedillo el estado de cada uno de sus juicios y hasta podía memorizar el número de cada causa si se lo proponía.
-Buenos días, doctora Greco. –La saludó una colega recién recibida.
-Buenos días. –Respondió Alma con una sonrisa.- ¿Cómo le fue el otro día con ese asunto? –Se refería a un caso de daños que la muchacha había comentado con ella.
-Muy bien, gracias a su aporte pude encontrar una solución justa para mi cliente.
-Me alegro mucho. –Opinó Alma.- Sabe que puede contar conmigo cuando necesite.
-Gracias, doctora.
Alma se concentró nuevamente en sus notas cuando una detonación se dejó oír en el edificio. Todas las personas que estaban en el piso detuvieron sus movimientos y quedaron paralizadas, tratando de descifrar de qué se trataba. De inmediato se descargó otra lluvia de explosiones. Todos se miraron, buscando la explicación en los ojos del otro.
-¡Es una bomba! –Gritó alguien.- ¡Hay que salir del edificio!
Las mujeres fueron las primeras en dirigirse hacia las escaleras, corriendo desesperadas, amontonándose en el angosto pasillo donde la misma comenzaba. Otras personas se arriesgaron y tomaron al ascensor, que no arrancaba dado que tenía más peso del permitido.
Alma quedó de pie donde estaba, viendo a su alrededor que todos corrían y que el piso comenzaba a vaciarse. Hasta los empleados de los juzgados salieron de sus puestos y se abalanzaron sobre las escaleras.
-¡Son bombas, son bombas! –Dijo otra voz.
La joven no sabía qué hacer, nunca le había gustado seguir a la manada. De pronto, recordó el presentimiento de la mañana: sus sueños la habían alertado. No podía recordad exactamente cuál había sido la pesadilla recurrente de la noche anterior, pero ahora entendía que tenía que ver con lo que estaba ocurriendo.
Alma se llevó una mano a la nuca y la despejó de sus cabellos. Un sudor frío le recorrió la espina dorsal y sintió su pecho agitado. ¿Qué hacer? Desde los pisos inferiores llegaban gritos desgarradores y pequeñas explosiones. “Esos son disparos.” Pensó Alma.
Había quedado sola en la planta, había visto salir a todos los empleados de los juzgados. Respiró hondo y caminó velozmente hacia la mesa de entradas. Deslizó su maletín por la ventanilla, porque si tenía que correr quería estar liviana. Después se colocó la cartera en bandolera y fue hacia la escalera.
Bajó despacio, intentando no hacer ruido, dado que no sabía que había en el piso inferior. Cuando asomó la cabeza, su cuerpo se paralizó y perdió el aliento: había varios cuerpos ensangrentados desparramados por el suelo. Conteniendo el grito se llevó las manos a la boca e intentó serenarse. Voces acaloradas que gritaban órdenes venían de un sector que no podía divisar desde donde estaba ubicada. Los ojos se le llenaron de lágrimas, entre los muertos estaba la joven abogada que había conversado con ella minutos antes.
Alma se apoyó contra la pared buscando recomponer su equilibrio. Trató de pensar fríamente. No podía bajar: sería un suicidio. Todos los que lo habían intentado yacían sin vida en el suelo. Se agachó y espió. Varios sujetos con los rostros cubiertos con pañuelos recorrían el piso inferior, portando armas de fuego.
-No está aquí. –Gritó uno.- Debe estar arriba.
El pecho de Alma se contrajo y su respiración se agitó de nuevo. Se levantó de repente y corrió escalera arriba apoyando únicamente las puntas de sus pies, para no hacer ruido. Se detuvo frente al ascensor, que en ese momento abrió sus puertas frente a ella. Su rostro se contrajo en una mueca de terror cuando divisó los cuerpos de varias personas, amontonados unos encima de los otros, inertes y cubiertos de sangre.
El grito de horror que ascendió a su garganta fue silenciado por una mano que le tapó la boca. Las piernas se le aflojaron y hubiera caído al suelo de no ser por los brazos fuertes que la sostuvieron y la condujeron hacia atrás, introduciéndola por un pasillo que comunicaba directamente con los despachos de los jueces.

lunes, 8 de febrero de 2010

¿EL FIN DE LA AVENTURA?

El celular de Hansel y Gretel, por Hernán Casciari.

Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm.En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.
Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que lo llamen al papá por el celular'.Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años.
Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte.
No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía. Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.¿Ya está?Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona para nada?
Nina, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las viejas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor. Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.

Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria..Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.
Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa. La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis: M HGO LA MUERTA,PERO NO TOY MUERTA.NO T PRCUPES NIHGAS IDIOTCS. BSO.
Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados. La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le funciona el Messenger.La famosa novela de James M. Cain -'El cartero llama dos veces'- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.En la obra 'El jotapegé de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.
También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa. La telefonía inalámbrica -vino a decirme anoche la Nina, sin querer- nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.
Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador. ¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.Nuestras tramas están perdiendo el brillo -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque?????? Por que nos hemos convertido en héroes perezosos...

domingo, 7 de febrero de 2010

EDUARDO BALESTENA, TRAYECTORIA


Eduardo Balestena, Mar del Plata, 1955. Escritor, ensayista, trabajador social. Ha publicado Ocurre al otro lado de la noche (novela, 1987, 1er. Premio concurso Del Castillo Editores) Ana, el interior del fuego (novela, Melusina 2000), Lo Institucional, paradigma y transgresión, con prólogo del Dr. Natalio Kisnerman (Espacio, 1996/ 2003) Fiesta y pinturas en la posmodernidad de la exclusión, (Ente Municipal de Cultura, 1998) Ética del Saber y las Instituciones, en Ética, ¿un discurso o una práctica social?, recopilación de Natalio Kisnerman, (Colección Tramas Sociales, Paidós, 2000), Estrategia, identidad y construcción Cultural, en Los vascos en Argentina, presencia y protagonismo (Fundación Vascoargentina Juan de Garay, 2000), La fábrica Penal (Una visión interdisciplinaria del sistema punitivo), con prólogo del Dr. Raúl Zaffaroni (Colección Memoria Criminológica, dirigida por el Dr. Carlos Elbert, BdeF, 2006) y numerosos trabajos, entre ellos: Cruzadas, exclusión y pragmatismo punitivo (El control social en la sociedad desarticulada), coloquio de homenaje al Dr. Zaffaroni, Morelia, Michoacán, México, 2006. Escribe una columna de comentarios sobre música, entre otras colaboraciones para el Suplemento de Cultura del Diario La Capital de Mar del Plata.

EDUARDO BALESTENA Y SU NUEVA NOVELA: AMORES DE LEJOS

La novela narra una historia de amor epistolar entre Ainoha, el personaje central y Quahtemoc, que conduce al encuentro de ambos en México.
La narración se encuentra articulada a partir de dos secuencias temporales alternadas: la del momento de inicio del viaje (noviembre de 2002) y el comienzo de la relación (octubre de 2001). Ambos planos temporales confluyen con la llegada de Ainoha. En el contexto de un país sacudido por una crisis social y económica, y de hechos de corrupción, el personaje explora una alternativa que permite la representación de un escenario opuesto y posible.
Es una novela lírica, que trabaja diferentes niveles de lenguaje y un elemento de intertextualidad, con un final que entraña un homenaje a la novela La modificación, de Michel Butor.
Se trata de un relato de itinerario, con un fuerte elemento erótico, sobre la incomunicación, que se presenta bajo la apariencia de la facilidad de comunicaciones en el mundo global, y afirmativo del espíritu de lucha.

Publicada por Corregidor.
ISBN: 9789500518512
Clasificación: Ficción y Literatura
Páginas: 256
Publicación: Febrero 2010

jueves, 4 de febrero de 2010

LA ULTIMA NOVELA DE MERCEDES GIUFFRE


El peso de la verdad.

La reaparición de don Arístides Arciniegas Gil, antiguo vecino de Buenos Aires sospechoso de ser el autor de un crimen no resuelto, activa el mecanismo de una venganza sutil. Poco después, el doctor Samuel Redhead es convocado para certificar su muerte. La investigación que deriva de ella se enmarca dentro de los sucesos de la primera invasión inglesa de 1806, trazando inusitadas simetrías entre la vida del médico y las de los implicados. En un ambiente tenso de rivalidades, quedará al descubierto la verdad más celosamente guardada. Y el propio Redhead deberá elegir entre prolongar la injusticia o traicionar su palabra.

La crítica ha dicho:
“Apasionante. Una novela policial de trama impecable, en el buenos aires convulsionado por la primera invasión inglesa.imperdible.” Pacho O´Donnell
“La recreación histórica es magnífica. Con su acuarela de letras, giuffré le pone color a esta intrigante novela policial del tiempo de las invasiones.” Daniel Balmaceda