jueves, 30 de mayo de 2013

EL TESTAMENTO


Nunca  pensó que tendría que escribir su testamento. Pero estaba en vísperas de su viaje, un viaje de placer de apenas 9 días, y la atacaron los temores e inseguridades. De manera que esa mañana se sentó frente a su escritorio, repasó los artículos del código civil para refrescarse sobre los tipos de testamento, y se decidió por uno “ológrafo”; no tenía tiempo para otra cosa.
Lapicera en mano comenzó en tono de broma, explicando que no tenía pensado morirse pero que una nunca sabe cuándo la muerte puede hacer su aparición.
Instituyó  herederos a los mismos que eran forzosos por manda de la ley, pero si no lo hacía no podía designar administrador ni albacea, que era lo que la preocupaba. No deseaba que el padre de sus hijas se hiciera cargo, desconfiaba en que él les diera a las nenas lo que les correspondía, de manera que delegó la administración en su hermano, hombre rápido para los negocios, y eligió a su socia como ejecutora de sus decisiones, ella sabría qué hacer.
Luego, tratando de despojar a su pedido de todo dramatismo, se encargó de su post-muerte. De ninguna manera debían hacer velorio, así lo ordenó con letras mayúsculas y subrayadas. “Me sacan los órganos que sirvan para que puedan vivir en otros, y luego me creman. Y ni se les ocurra guardarme en una cajita… saben que me gusta la libertad. Así que mis cenizas deben ir a parar al mar, donde fui tan feliz.”
Después se ocupó de dar algunas recomendaciones respecto de las niñas y otras en cuanto a los bienes, mencionando tal o cual abogado que tenía alguna documentación especial. No se olvidó del caballo que les había comprado a las nenas, ni del departamento que tenía en la costa pendiente de escrituración, ni de los honorarios en ejecución, que legó  a su amiga.
Quería irse de viaje en paz, descansar unos días bajo el sol, sola, leyendo aquella novela que había reservado para esa ocasión especial. A su regreso se encargaría de todo lo que la venía atormentando.
Por último, develó dónde estaban sus ahorros, no fuera a ser que de tan bien escondidos nadie los encontrara y terminaran perdiendo su valor.
Especial cuidado puso cuando, en las últimas líneas, se decidió a contar aquello que había callado durante más de treinta años. Era hora de que su secreto viera la luz y la liberara de una vez por todas. Ponerlo en palabras fue catastrófico para su psiquis, se quebró en dos, en tres y lloró, bañando con sus lágrimas el testamento que con tanto esmero había escrito pensando en sus hijas.
Al ver las hojas borroneadas, las arrugó y arrojó al cesto de la basura. No hacían falta, no moriría. “Nadie muere en la víspera”, pensó.




viernes, 10 de mayo de 2013

EL REGALO DE UNA LECTORA

Varios meses atrás una lectora, Lily Marynberg, me envió por correo algo que nunca llegó. Fue en la Feria del Libro, luego de varias charlas por mails, cuando al fin pudo hacerme llegar su obsequio.
Eran unas postales de su libro, una novela que no pudo publicar todavía en Argentina, pero que seguramente llegará para que todas podamos leerla.
Gracias Lily por compartir conmigo ese tesoro, sé lo que ello significa. Cuando una tiene un sueño, ese sueño es el que nos alimenta a diario para seguir. Y éste, Lily, es tu sueño, por el que debés seguir luchando.
Lo comparto con todos ustedes. 
Aquí las fotos. 





jueves, 9 de mayo de 2013

MI PRIMERA FERIA DEL LIBRO DE BUENOS AIRES. 3 DE MAYO DE 2013.



Todo parecía confabularse para que yo no pudiera llegar. Primero el paro de transporte. Tenía dos pasajes, para mí y mi amiga Gladis, para el viernes a las 8,30 de la mañana. Los micros no iban a salir y mi desesperación iba in crescendo. No había muchas opciones y las más viable, pese a mis temores respecto de conducir en Buenos Aires, era ir en auto. De manera que empecé a rastrear un GPS, porque mi miedo siempre fue perderme en esa gran ciudad cruzada por autopistas y avenidas donde todos conducen como locos. Temía que me llevaran por delante por circular despacio mirando los carteles y las calles. El GPS sería de gran ayuda. Mi hermana me prestó el suyo y supe que la voz de un señor de dudosa sexualidad me iría guiando en ese loco viaje a lo Telma y Louise.

Viernes 8,30 partimos con mi amiga en el auto acondicionado a último momento. A unos pocos kilómetros el celular comenzó a sonar y el visor me indicó que era del colegio de mis nenes. La preocupación me asaltó y respondí en plena ruta. Uno de mis hijos estaba descompuesto, había que ir a buscarlo. Yo ya no podía volver, de modo que tuve que solucionar el tema. Por suerte no era nada grave, apenas un poco de tos y dolor de garganta. A mitad de camino la lluvia alteró el tiempo de llegada, íbamos bien pero hubo que disminuir la marcha.
La entrada a Buenos Aires fue más sencilla de lo que creía y llegamos al hotel sin mayores problemas. El paro de transportes tuvo mucho de positivo: le perdí el miedo a conducir en la gran ciudad. Ya sé que de ahora en más iré en auto.
Con Gladis hemos hecho varios viajes, y en los últimos siempre nos pasó que pese a todos los mails pidiendo dos camas, no ponían una cama matrimonial. Esta vez no fue la excepción. Pero ante el reclamo de inmediato nos armaron dos camitas. Una vez instaladas nos fuimos enfrente a almorzar ya que sabíamos que la tarde sería larga. Luego nos bañamos y arreglamos para la feria.
Todos los que me conocen saben que mi problema es mi pelo. Creo que no hay mujer que se precie de tal que no tenga problemas con su pelo. Nadie está conforme con lo que tiene encima de la cabeza. La que lo tiene lacio lo quiere con rulos y a la inversa. Yo quisiera tener una hermosa cabellera larga, abundante y con rulos, pero lo que natura no da, tuve que comprarlo. Pero a esta altura de mi vida, ya me cansé de hacerme permanentes y me tuve que resignar al lacio finito.
Me esmeré en el brushing, había llevado todos los implementos para evitar el freez y luego de un buen rato logré un peinado bonito, con las puntitas hacia arriba, sin erizados y prolijo. El maquillaje hizo el resto y estaba para la foto.
La Feria quedaba a diez cuadras del hotel de modo que las emprendimos caminando. Había despejado y no llevamos paraguas, confiadas en que llegaríamos bien. A mitad de camino se empezó a nublar y a caer una ligera llovizna que fue minimizada por los techos. Preocupada por mi peinado apuré el paso, y le dije a Gladis que lo único que faltaba era que a dos cuadras de La Rural se largara a llover. Mis palabras fueron premonitorias y así fue. Un aguacero se descargó cuando estábamos a doscientos metros de nuestro destino y no hubo ni techo ni manos ni solapas que detuvieran a esas malditas gotas que me dejaron convertida en una escoba mojada. Sentía el agua resbalar por mi cara y por mi pelo y me negaba a entrar en ese estado. Para una mujer son importantes las fotos, verse bien, y más en un evento de semejante naturaleza.
Ya en la entrada, tarde y empapada, le pregunté a mi amiga cómo me veía, y ella me dijo:
-A vos no te gusta que te mientan… -con eso lo dijo todo.
-Mentime, hoy mentime. –le pedí, pero ya no había consuelo.
Desesperada entré a la Feria y evité cruzarme con gente conocida. Mi editora me buscaba y llamaba, porque ya era tarde para la firma, pero no podía presentarme así, debía, necesariamente, remediar eso y no había pelucas cerca. Necesitaba un baño. 
Todos saben lo que cuesta llegar a algún sitio dentro de la feria, ¡¡¡es tan grande!!! Pero al final logramos dar con los servicios.
Al hallarme frente al espejo encontré en él a una mujer que no era yo, al menos no era la que había salido del hotel, peinadita y maquillada. Era un espanto lo que había ahí. El pelo estaba todo pegado a la cabeza y el flequillo estaba empecinado en enroscarse. Me dije “de acá no salgo”. Y en ese instante me iluminé. Dirigí mis ojos ansiosos hacia un costado y ahí estaba mi salvación: el secador de manos. “Que ande, que ande”, decía en silencio. 
Me acerqué con desesperación y puse mis manos debajo. El ruido del encendido fue una caricia para mis oídos. De inmediato me agaché y metí mi cabeza, sintiendo el vientito secar levemente mi flequillo, porque lo peor es el flequillo, el resto una puede atárselo. A los pocos segundos el aparato se apagó. Saqué y puse la cabeza pero evidentemente eso sólo reconoce manos, de manera que tuve que ponerlas para que encendiera. Me adueñé del secamanos y así estuve un buen rato, secando y peinando mi pelo. 
De pronto me di cuenta de que alguien tenía sus ojos fijos en mi espalda. Me incorporé y era una mujer que quería secarse las manos y me miraba con cara de pocos amigos. Se lo presté por unos segundos, explicándole que yo no podía salir así en las fotos. La señora me miró pensando que estaba loca.
Cuando estuve más o menos presentable fuimos con Gladis para el stand de la editorial, al que llegué con retraso. Y de allí en más todo fue felicidad. Muchas caras conocidas, muchas palabras y gestos de cariño. Lectoras que conocía a través de facebook o de mails, con quienes había “hablado” e intercambiado opiniones y sueños. 
No puedo dejar de mencionar a María Bonadimani, quien me escribió contándome de historia y dándome recomendaciones de viaje, a Lily Marynberg, que me llevó unas hermosas postales de su propia creación, que me había enviado por correo y nunca me habían llegado, a Camila, una jovencita dulce y de mirada clara con quien habíamos hablado para una entrevista, a María Frascara, la conductora de “Un ángel para tu soledad”, que viajó de General Villegas para acompañarnos a Gloria y a mí, a Andrea Vázquez, la gran gestora del encuentro de escritoras en la cena de esa noche, a Romina Demichelli, a Claudia Barzana, a quien vi mientras firmaba y saludé con alegría desde lejos, con quien charlé un buen rato luego y ¡¡¡ me olvidé de felicitar por su novela “Al otro lado del fuego”!!! Pero ella supo entender el desborde de mi emoción. El reencuentro con mi amiga Marisol, que fue mi primera lectora, a quien le enviaba mis novelas por mail y ella imprimía para leer en el tren mientras iba a su trabajo. Adriana Cichero también estuvo presente, con quien compartimos el mismo sueño, hay muchas escritoras entre las lectoras. También nos acompañó a Gloria y a mí Gastón Intelisano, el escritor de “Modus Operandi”, la novela policial que estoy leyendo. 
Verónico Brollo, una de las organizadoras del Festival de Novela Romántica a realizarse del 6 al 9 de junio en el Centro Cultural Recoleta. 
Mucha gente querida estuvo presente. No puedo dejar de agradecer a Inés Maidana, que estuvo presente desde la distancia y nos envió a Gloria y a mí esos hermosos pergaminos para que las lectoras firmaran. Inés trabaja todos los días por nuestras páginas y lo hace desde el corazón y desinteresadamente.
Gladis Díaz, mi amiga, mi fiel compañera, quien siempre me asiste y ayuda con todo, mi copiloto, cebadora de mate, asesora de vestuario, fotógrafa y quien se encargó de hacer firmar los pergaminos.
Entre tanta emoción, las charlas de a ratitos con Florencia, mi editora, quien me entregó las galeras de mi próxima novela que, si todo sigue su curso, saldrá el 1ro de julio. La decisión sobre su tapa, la dedicatoria, los agradecimientos… todos los preparativos que me sumergen en un estado de ansiedad y felicidad sin par. 
Luego de la firma, la presentación de Gloria, hermosa entrevista que le hizo Silvia Pérez Casina y después la cena que compartimos con los escritores que vinieron de Córdoba. 
Fernanda Pérez, la escritora de “Las Maldecidas”, hermosa novela que me atravesó el alma. Ana Moglia, autora de “Al otro lado del océano”, que todavía no leí pero que ya tengo autografiado. Roberto Lapid, autor de “Dizna, mensaje desde el pasado”, también firmado y que ya le presté a papá porque yo estoy todavía con otra novela. Graciela Ramos, autora de “Malón de amor y de muerte”.
Gloria por supuesto, María Frascara, Andrea Vázquez, Romina Demichelli, las editoras de El Emporio Ediciones, Inés Viturro, Daniela Cáceres… fue una fiesta.
Pido perdón si me olvido de alguien, todavía me dura la emoción y la euforia de esos hermosos momentos vividos. Me faltó tiempo para recorrer la feria, apenas tuve minutos para comprar libros para mis hijos, pero todo no se puede.
Un día plagado de emociones y cariño, y ese sentimiento de compañerismo y generosidad en ese grupo de escritores, lo cual no es fácil. Todos estamos detrás del mismo sueño y sin embargo, no hubo egoísmos. Sentí que todos, de verdad, nos alegramos de los éxitos del otro. Y eso no tiene precio. 
Con Fernanda Pérez más de una vez hemos sentido que nos conocemos de siempre, y no nos habíamos visto nunca. Igual con Ana Moglia, con quien he charlado bastante. Esa solidaridad que se generó en nosotros es como una red. 
Y luego, el viaje de vuelta, ya sin lluvia, y el reencuentro en casa con los que me aman, que no pudieron acompañarme pero que sé que estuvieron. 
Gracias a todos.



CON LAS CORDOBESAS FERNANDA PEREZ Y ANA EMILIA MOGLIA. Y MI ADORADA GLORIA. 


CON CAMILA, UN SOL DE PERSONA.



CON NI QUERIDA ANDREA VAZQUEZ Y ROMINA DEMICHELLI



MI FIEL AMIGA GLADIS.



MI EDITORA, FLORENCIA.


EL PERGAMINO QUE INES MAIDANA PREPARO Y GLADIS HIZO FIRMAR


MARIA FRASCARA, LA VOZ DE "UN ANGEL PARA TU SOLEDAD" Y GLADIS



GLORIA Y ROBERTO LAPID, AUTOR CORDOBES



MI AMIGA GLORIA.