domingo, 12 de diciembre de 2010

REENCUENTRO


Hoy volví a encontrarla después de mucho tiempo. Tenía algunos años más, pero caminaba apresurada, mirando furtivamente hacia los lados, como antes. Los ojos, de ese azul cielo incomparable, habían madurado, más no por ello habían perdido esa chispa que siempre los caracterizó. La madurez la había vuelto más segura, ya no le importaba si sus zapatos combinaban o no con su cartera, ni si su pelo estaba cortado a la moda. En verdad, creo que eso nunca le había importado, aunque en la adolescencia trataba de amoldarse. Su mirada recorría rostros y escaparates con la misma indiferencia, como si nada de lo que viera a su alrededor le importara. Traía una bolsa de una librería, no había perdido el hábito de la lectura, ese que le había inculcado su padre durante la infancia. Estaba sola, de una soledad inconmensurable, se le notaba en el andar, en la mano aferrada a la bolsa, y no era una soledad pasajera, sino instalada, pero le sentaba bien. Tanto la conozco que advertí que libraba una batalla interna con su soledad, pero la sé triunfadora. No se veía como esos otros seres solitarios que arrastran su calvario en el rostro y en la postura, no, ella iba erguida, como comiéndose el mundo, aunque yo conozco su timidez y su fragilidad. Esa fragilidad que la llevó a cometer errores de los cuales se arrepintió casi al instante. Más ella los sumó a la cuenta del aprendizaje, aguantó los golpes con dignidad y la cabeza alta, aunque por dentro llorara sangre.
No me atreví a hablarle, preferí seguirla de lejos, aunque no tanto como para no oler su perfume. Nunca usó perfumes caros, ni de moda, más en ella, cualquier fragancia olía bien. Era su piel, lozana todavía, la que invitaba a acariciar. Más adiviné que su piel hacía rato había olvidado el roce de otra piel. Toda ella se alejaba de mí, debía apresurar el paso para no perderla nuevamente luego de tantos años de buscarla. Corrí un poco, dado que se mezclaba en esa marea humana, uniforme, impersonal, gris, donde ella era como una estrella en medio de la oscuridad, una luz propia, única, que sólo yo conocía a fondo. ¿Por qué la había perdido? ¿En manos de quién la había dejado? Su vulnerabilidad la había moldeado en otra, otra a la que debo aceptar, con extrañas cicatrices, con heridas todavía abiertas, que debo curar con paciencia de artesano y amor incomparable.

Alexia. 12-12-10-

jueves, 2 de diciembre de 2010

MATICES


Había perdido el rastro de tu piel. Había perdido el olor de tu piel. Y en la búsqueda de tu rastro y de tu olor me perdí yo.

Me pregunto si vendrás a rescatarme o quedaré encerrada en este laberinto, del cual conozco la salida, pero que no me gusta.

Viene hacia mí tu voz, que llamo "voz de trueno", y quiero aferrarme a tus "te quiero", pero tus "te quiero" siempre llegan de la mano del "pero". Y pese a que lo sé, pese a que sé que vas a dejarme otra vez, estoy esperando que vengas en mi rescate, a sacarme de esta vigilia del teléfono, a darme esos abrazos fuertes, a apretarme en tu pecho donde me siento segura.

Me pregunté tantas veces qué hice mal y la respuesta es siempre la misma. No hice nada mal, salvo quererte, sin condiciones.

Sé que dudás nuevamente entre caer en mis brazos y huir lejos de mí. El gris no es de mi agrado, más debo admitir que la vida tiene matices, que no hay negro ni blanco, sino que permaneceremos en el gris hasta que a alguno de nosotros se canse o se vea encandilado por el brillo de otro color.


2-12-10.