martes, 30 de noviembre de 2010

A DESTIEMPO



Y anduvimos a destiempo. Tal vez te asustaste, tal vez me apuré. Las gotas de lluvia en el cemento me repiten la cadencia de tu voz, esa voz de trueno inconfundible, con cierta indecisión, a veces. El querer estirar una conversación me anima un poco, más vuelvo al desánimo cuando volvés a desaparecer. Decime en qué me equivoqué, te pregunté, como aquel otro que me hizo a mí esa misma pregunta.
Sufro porque hice sufrir. Lloro porque hice llorar. Espero porque hago esperar. Castigo cruel del desamor, amores cruzados y a destiempo. Lo que uno anhela el otro lo desprecia, y así nos enredamos en un círculo perfecto, donde cada uno es artífice de su miseria, donde cada uno se desangra en quejas y lágrimas vanas que van a caer, desdichadamente, en el suelo sucio y pisoteado de la indiferencia del que no ama.
Horror de contar las horas, buscando excusas para llamarte, pavor de encontrar cerradas las puertas de tu corazón. Me conformaré con tus palabras, lejanas, imaginando tu voz, esa voz que me cautiva, y leeré tu discurso en la fría pantalla, que no me permite ver tus ojos, ni tus manos, esas manos que un día me acariciaron dejándome marcada para siempre con la huella de tu indecisión.

lunes, 1 de noviembre de 2010

TUYA


Te busco en mi cama y por más vueltas que doy no logro hallar tu pecho cálido, donde me siento segura. Las palabras escapadas de tu inconsciente mientras dormías aún resuenan en mi mente y quiero creerlas ciertas. A menudo temo que esta intensa intimidad que nos une se evapore en el aire, dejándome más vacía que antaño. Mientras no tuve la dicha de tu amor fui feliz, sin miedos ni ataduras, más hoy que te tengo temo perderme en este torbellino de emociones que despierta tu existir a mi lado. Es extraño cómo vuelan las horas a tu lado, y lo mucho parece poco, y lo poco parece mucho, como solés decirme. Recuerdo tus ojos oscuros taladrándome en el instante previo de hacerme el amor, saboreo el estremecimiento de tu piel y bebo una a una las gotas de tu miel. Siento tu cuerpo tensarse como un arco, tus manos acariciando toda mi extensión, descubriéndome, marcándome como de tu propiedad. La intensidad de tu abrazo me pierde en un océano de aguas claras y turbulentas, del cual sé que saldré prendida de tu cuello. A veces te siento tan mío que el miedo se esfuma, a veces me siento tan tuya que el miedo me paraliza. Más trato de no pensar y vivirte a diario, y que el poco espacio que nos queda sea único y eterno, para disfrutar de este comienzo que tal vez derive en amor.


31-10-10.